The best is yet to come... Sinatra, baby

Recuerdo que hace ya bastantes años, cuando era un niño, escuchaba a la gente mayor charlar acerca de la voz portentosa de un señor llamado Frank Sinatra, del cual no tenía la más mínima idea respecto a qué clase de música interpretaba o porqué la mayoría concordaba respecto a su gusto por él. Fue hasta que en una afortunada ocasión me encontraba escuchando la radio, una estación en México llamada Universal Stéreo, misma que se caracteriza por programar música en inglés, principalmente rock clásico, que uno de los locutores anunció un especial de Sinatra. Ávido de conocer por fin a tan célebre señor, estuve esperando con cierta impaciencia la transmisión del programa. Cuando comenzó la emisión, inició con un piano seguido por el contrabajo y la presencia de saxofón, trombón y trompeta, mientras la batería marcaba el ritmo con el ride y el marco de la tarola. Cuando empezó la voz escuché a un hombre que pronunciaba un inglés claro y comprensible, con un fraseo lleno de ritmo y con un tono que me asombró por su textura y color.

"Out of the tree of life I just picked me plum...", fue el primer verso de una canción que después adiviné que se llamaba The best is yet to come, y vaya que era cierto. Lo mejor estaba por venir conforme avanzó el programa y escuché más canciones. La programación de esa emisión contenía muchos de los éxitos de Frank —y digo muchos porque como me enteré después, estuvo más de 200 veces en las listas de popularidad y grabó más de 1,300 canciones—; siguieron temas como I've got you under my skin, Fly me to the Moon y You make me feel so young, y con cada uno de ellos crecía mi admiración.

El motivo de mi asombro no solo se debía a esa voz tan impresionante, sino también a la música que cobijaba a esa voz; una música que podía ser suave y tierna, energética y llena de ritmo, de esas que aunque no sepas coordinar tus movimientos en pasos de baile aceptables de cualquier manera te compele a levantarte e intentar bailar. Yo era un adolescente de unos doce años y nada sabía de jazz, swing o standards, pero esa música me cautivó. Cierto es que algunos de los sonidos y canciones me resultaban familiares, toda vez que varios de ellos fueron versionados al español por los cantantes populares de México, incluso por aquellos que muy alejados estaban de Frank Sinatra como Vicente Fernández y su interpretación de "A mi manera", cover de "My way" —que a su vez es una adaptación al inglés de una canción italiana, pero ese ya es otro cuento—.

El sonido de la orquestra me gustaba mucho, y en mi escaso bagaje musical solo podía compararlo con la música que a veces escuchaba en casa gracias a mi madre, específicamente con la de Marco Antonio Muñiz, el Lujo de México; quien por cierto es uno de los mejores cantantes que he escuchado, pero que merece ser tratado aparte en otra entrada del blog. La música me encantaba, esas melodías de piano y el diálogo que parecía entablar con los metales me resultaba cautivante, completado por el sonido de algunos violines que creaban una pared de sonido por demás disfrutable, A foggy day es un ejemplo perfecto de esto que menciono.

Tristemente, en el México de la década de los 90 era sumamente complicado para un adolescente conseguir música que estuviera alejada de los gustos populares, y mucho más complicado todavía dado que el precio de un cassette o un CD originales era —y sigue siendo— privativamente elevado. La vía más accesible para obtener música era recurrir a la piratería, dado que no había plataformas de streaming; pero aún en los en esa "deshonesta plataforma", por utilizar un eufemismo, era difícil encontrar ese tipo de música. Sé que para los lectores mexicanos de grandes urbes como la Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey esto les parecerá risible, pero en mi ciudad era un triunfo encontrar música que no fuera ranchera, grupera o el pop genérico con grupos y cantantes que parecían clones unos de los otros. Es por ello que durante años no pude comprar ni siquiera un mísero compilado de éxitos del buen Frank.

El impacto de Sinatra en la cultura popular, no solo de Estados Unidos, sino del mundo entero, es algo que no deja de asombrarme. Una vez enterado de quién era ese señor comencé a notar que estaba presente en una apabullante cantidad de contenidos audiovisuales y de entretenimiento; incontables películas y series estaban musicalizadas con las canciones de Sinatra; lo escuchabas en comedias románticas, cintas dramáticas, programas de televisión y muchísimos cantantes e intérpretes lo señalaban como una de sus más grandes influencias.

Pocos artistas han recibido una aceptación tan unánime como Sinatra, quizás muchos tachan su obra como una música anacrónica y alejada de los gustos o corrientes populares en la actualidad. Cierto es que no vas a poner a Frank para perrear duro y hasta abajo, él se encuentra muy por encima de ese tipo de audiencias, pero es una delicia escuchar esa voz aterciopelada envuelta en esa música swing o interpretando el gran cancionero estadounidense.

Clásicos como My kind of town, Mack the Knife, Come fly with me, I won't dance, I've got the world in a string o For once in my life —canción del gran Stevie Wonder— son solo unos pocos ejemplos de música bien hecha y con una vigencia que trasciende generaciones. 

Comentarios

  1. Con lucha vergüenza de o decir que, aunque muchas veces había escuchado sobre Frank Sinatra, no fue hasta la universidad que escuché su música. Desgraciadamente, muchas personas solo se dejan llevar por el ritmo, se bloquean al escuchar algo en otro idioma o de un momento histórico al que no pertenecen, etiquetando de aburrido o pretensioso lo que no conocen. Considero que quien se acerca a Sinatra por voluntad propia, lo hace porque ha desarrollado la sensibilidad necesaria para apreciar una verdadera obra de arte, más allá de lo que te pueden enseñar en la escuela o los libros, se debe ser perceptivo, abrir el corazón para que su voz haga vibrar por completo tu ser.

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